viernes, 17 de diciembre de 2010

Bogotá iluminada

El circuito turístico latinoamericano tiene en Bogotá a uno de sus importantes exponentes. Paseos, gastronomía, cultura, historia y nuevos hoteles conforman una oferta que asciende cada día. En la temporada decembrina se suma al paisaje citadino la iluminación de avenidas que le dan un colorido especial y sirve para transmitir mensajes que estimulan la conciencia ciudadana.

Todos los años se abraza a un eslogan, en esta oportunidad no podría ser más invitacional, ya que reza así: "En Navidad, Bogotá es tu casa". La Alcaldía y varias empresas se unieron para iluminar las principales vías y plazas, a las que se ha sumado una programación musical especial. Para facilitar el recorrido establecieron dos corredores. Uno es el del centro que va desde la Plaza de Bolívar hasta la calle 26 por toda la carrera séptima, donde se encuentran hoteles y restaurantes. El otro se extiende de la Zona T hasta el parque de la 96. Espacios como los parques El Tunal, El Tintal, Usaquén y la Plazoleta de Maloka se han convertido en lugares de encuentro para las familias. En el parque Virrey, centro de la ruta de Navidad 2010, se ha utilizado tecnología ecológica pues los árboles, mariposas y arcos de colores están realizados con bombillos LED.

Pero no sólo las calles aportan tan brillantes elementos decorativos, también los centros comerciales pusieron su granito de arena para hacer de la noche bogotana un arco iris de luces que representan animales de diversas especies. A estos se unen los coros y orquestas, entre ellas la Filarmónica de Bogotá, por lo que las principales calles se llenan de gente. Pero no sólo los villancicos forman parte del pentagrama, el vallenato tiene su puesto de honor y le suma el toque autóctono.

El cerro emblemático de esta ciudad, Monserrat, de noche se transforma en un pesebre donde brillan ángeles y estrellas. Este es otro de los paseos infaltables de la ciudad. Hasta el templo que se encuentra en su cima se llega gracias al teleférico.

Los árboles de navidad se convirtieron en la imagen más reiterativa de las festividades decembrina. En total, son unos nueve árboles, algunos de ellos rozan los cien metros de altura. El de la Plaza de Bolívar tiene 40 metros.

A esta vorágine navideña hay que agregar otras visitas emblemáticas, como la del Museo del Oro, considerado el más importante de Latinoamérica. Acá el espectador queda maravillado con el trabajo de aquellos orfebres indígenas. Su adecuado montaje y la identificación de cada pieza ilustran el recorrido. Una de las sorpresas es ingresar a la cámara oscura que al iluminarse hace perder el aliento ante el dorado de centenares de piezas que parecen flotar en ese espacio. Objetos decorativos y de rituales religiosos se confabulan para subrayas la leyenda de El Dorado.

Esta vista puede explicar la conducta de aquellos hombre que llegaron del Viejo Mundo, ambiciosos unos y marginados sociales otros, quienes enloquecieron ante el brillo del amarillo metal que lejos de ser un lujo formaba parte de la cotidianidad de los indígenas.

Pero la navidad también ha permitido que las autoridades la utilicen para enviar mensajes positivos hacia los pobladores de este valle. Un ejemplo se vive en la Zona Rosa, lugar obligado para los amantes de la noche, sobre todo para esos viajeros que hacen de la diversión parte esencial de su estadía. La operación la han titulado "Tu Zona Rosa" y busca consolidar esos espacios como seguros. Precisamente allí se encuentra uno de los templos de la rumba bogotana: Andrés, Carne de res, con su decoración estrafalaria y kitsch. Cada piso trata un tema, la planta baja es el infierno, el segundo el purgatorio y por último el infierno. Si bien su gastronomía no es excepcional, allí la diversión no tiene límites ni horarios. Los expertos en la materia prefieren la sede que tiene en Chia, al Oeste vía Zipaquirá.

Pero Bogotá también posee lugares que superan las temporadas. Uno de ellos es la iglesia de los jesuitas, solemne e imponente, con sus retablos coloniales e imágenes llenas de historia. Es el templo consentido de los bogotanos y tiene que serlo, pues fue la primera iglesia de la ciudad. Se encuentra al lado del Palacio Arzobispal.

Otro de los recorridos obligados es la Quinta de Bolívar, construcción sencilla que lleva el sello de lo aristocrático, de allí la presencia de un comedor diseñado para el encuentro y la satisfacción de los sentidos. Habitaciones que marcan las clases sociales o la confianza con el funcionario con el dueño de casa, El Libertador. El jardín lleno de plantas autóctonas y la plaza que remite al sentimiento latinoamericano del Libertador cierran el paseo.

Esta casa se remonta al siglo XVII. Los innumerables carteles que se encuentran en sus corredores hacen referencia al hurto de la espada de Bolívar que hiciera el Movimiento 19 de abril, de allí que hoy en día se exhiba una réplica de la original. Imposible dejar de un lado el Centro Cultural Gabriel García Márquez en La Candelaria que amerita más que una ojeada. Los amantes de los libros se pierden por horas entre cientos de títulos y algunas rarezas literarias.

Fuente: El Universal.

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