Por su proliferación, popularidad y bajo precio, nadie se va del país sin degustar un cuenco de ramen o sopa de fideos japonesa
Resulta impensable que un viajero vaya a Japón sin apartar algunas horas para sumergirse en el mundo del sushi, pensando que degustará platos representativa de su gastronomía. Cuando en realidad nadie debiera irse del "país del sol naciente" sin degustar un apetitoso cuenco de ramen o sopa de fideos japonesa.
Este plato barato, cuyo origen está en China, representa la base de la dieta del ciudadano de a pie en Japón, que lo ingiere sorbiendo y ayudado por palillos y cuchara. Adaptado al refinamiento nipón, el ramen se ha convertido en un placer culinario con infinitas variantes.
Sus componentes esenciales son los largos fideos de trigo y un caldo de lenta cocción (unas ocho horas) que puede variar según sus ingredientes, a lo que se pueden sumar un sinfín de acompañamientos que dan color e identidad propia a cada plato.
EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO
Existen cuatro tipos básicos de ramen dependiendo de cómo se prepare la sopa: de miso, que utiliza esta pasta de soja fermentada; de sal, la variedad más sencilla; de shoyu, cuyo sabor principal es la salsa de soja, y el tonkotsu, cocinado en un caldo de huesos de cerdo.
De estas variedades parten ramificaciones a las que cada región, ciudad o maestro de ramen dan forma en secreto, con los años y el permiso de los clientes, que son los que finalmente deciden la supervivencia de las variedades de cada plato.
Pese a su origen foráneo, esta sopa se ha convertido en un alimento esencial de la dieta de un japonés y está tan arraigado que se podría trazar un mapa de Japón siguiendo sus variedades regionales.
Las zonas más famosas para disfrutarla son Fukuoka, hogar de los "yatai" o tarantin de comida callejera donde sirven el mejor tonkotsu del país; Onomichi, con base de salsa de soja; y Sapporo, donde se cocina con miso y es una ayuda indispensable para luchar contra el frío de la isla más septentrional de Japón.
Otra de las peculiaridades del ramen son los lugares donde se disfruta este plato, ya que haciendo honor a su origen proletario ha de comerse en pequeñas tascas, normalmente limpias hasta la obsesión, en las que tras una barra y entre vapores se va dando cuerpo al exquisito caldo.
En el moderno Japón cualquiera puede confeccionar un ramen a medida en máquinas dispuestas a la entrada del establecimiento para, sin mediar más que un cordial saludo con el camarero, se dé comienzo al festín, a veces acompañado de con arroz o empanadillas rellenas de carne conocidas como "gyoza".
Incluso hay lugares en los que, para remarcar el momento de soledad al que para algunos japoneses invita el ramen, se puede comer en un cubículo acotado por dos paredes en el que apenas se ve a nadie, a excepción de las manos serviciales del camarero.
IDENTIDAD DE LAS CIUDADES NIPONAS
Los restaurantes de ramen son la principal seña de identidad de las ciudades niponas, ya que pocos barrios carecen de un lugar donde disfrutar por menos de mil yenes de un plato completo que cada uno puede diseñar al gusto.
Para los neófitos, una de las mayores dificultades del ramen es cómo comerlo, ya que para los conocidos "salaryman" -oficinistas japoneses sin tiempo que perder- la tradición es sorber los fideos para recoger lo mejor del caldo y acabar lo antes posible.
A finales del siglo XIX, con la modernización del país, este platillo se convirtió en el alimento preferido de los trabajadores, quienes hacían un alto en sus labores para comer los tallarines mojados en sopa.
Al igual que entonces, en la actualidad pequeños restaurantes y puestos callejeros o "yatai" sirven su propia especialidad de ramen, desde los callejones de Sapporo hasta las avenidas repletas de gente y ruido de Fukuoka.
Vale la pena preguntarse cuál es el secreto de su éxito. Hay quienes dicen que éste radica en su rápida presentación en la mesa, su gran aporte energético y la sensación reconfortante que aportan los acompañamientos que se hunden en su sopa: huevo cocido, bambú, ajonjolí o carne cocida.
La sopa, el caldo en el que se sumergen los tallarines, es la clave del éxito de un ramen y en su preparación confluyen tiempo e ingredientes secretos que convierten un simple restaurante de barrio en un lugar de peregrinación.
En Japón, el ramen, palabra originaria del chino, ha evolucionado con los años desde que fue degustado por primera vez, según cuenta la leyenda, en el siglo XVII por el shogun (señor feudal) Mito Komon. El plato se popularizó en los duros años posteriores a la II Guerra Mundial (1939-45), aunque su revolución llegó en 1958 de la mano de Momofuku Ando, quien inventó el ramen instantáneo. Hoy un ramen puede ser disfrutado en cualquier momento, ya que las tiendas de 24 horas están repletas de estos cuencos instantáneos.
El hallazgo de Ando le llevó a fundar Nissin Foods, un imperio empresarial que ha llevado el ramen instantáneo a todos los rincones del mundo y que genera anualmente unos 200.000 millones de yenes tan solo en Japón y Estados Unidos.
La pasión de los japoneses por sus sopas de fideos es tal que existen varios museos dedicados al ramen, entre los que destaca el de Yokohama, donde se recuerda con nostalgia el Japón de posguerra y se hace un completo recorrido por la cocina popular.
Ese lugar es un ejemplo de lo mucho que ha calado el ramen en la vida de los japoneses, que consideran este plato proletario el combustible de su milagro económico.
Fuente: El Universal.
Este plato barato, cuyo origen está en China, representa la base de la dieta del ciudadano de a pie en Japón, que lo ingiere sorbiendo y ayudado por palillos y cuchara. Adaptado al refinamiento nipón, el ramen se ha convertido en un placer culinario con infinitas variantes.
Sus componentes esenciales son los largos fideos de trigo y un caldo de lenta cocción (unas ocho horas) que puede variar según sus ingredientes, a lo que se pueden sumar un sinfín de acompañamientos que dan color e identidad propia a cada plato.
EN LA VARIEDAD ESTÁ EL GUSTO
Existen cuatro tipos básicos de ramen dependiendo de cómo se prepare la sopa: de miso, que utiliza esta pasta de soja fermentada; de sal, la variedad más sencilla; de shoyu, cuyo sabor principal es la salsa de soja, y el tonkotsu, cocinado en un caldo de huesos de cerdo.
De estas variedades parten ramificaciones a las que cada región, ciudad o maestro de ramen dan forma en secreto, con los años y el permiso de los clientes, que son los que finalmente deciden la supervivencia de las variedades de cada plato.
Pese a su origen foráneo, esta sopa se ha convertido en un alimento esencial de la dieta de un japonés y está tan arraigado que se podría trazar un mapa de Japón siguiendo sus variedades regionales.
Las zonas más famosas para disfrutarla son Fukuoka, hogar de los "yatai" o tarantin de comida callejera donde sirven el mejor tonkotsu del país; Onomichi, con base de salsa de soja; y Sapporo, donde se cocina con miso y es una ayuda indispensable para luchar contra el frío de la isla más septentrional de Japón.
Otra de las peculiaridades del ramen son los lugares donde se disfruta este plato, ya que haciendo honor a su origen proletario ha de comerse en pequeñas tascas, normalmente limpias hasta la obsesión, en las que tras una barra y entre vapores se va dando cuerpo al exquisito caldo.
En el moderno Japón cualquiera puede confeccionar un ramen a medida en máquinas dispuestas a la entrada del establecimiento para, sin mediar más que un cordial saludo con el camarero, se dé comienzo al festín, a veces acompañado de con arroz o empanadillas rellenas de carne conocidas como "gyoza".
Incluso hay lugares en los que, para remarcar el momento de soledad al que para algunos japoneses invita el ramen, se puede comer en un cubículo acotado por dos paredes en el que apenas se ve a nadie, a excepción de las manos serviciales del camarero.
IDENTIDAD DE LAS CIUDADES NIPONAS
Los restaurantes de ramen son la principal seña de identidad de las ciudades niponas, ya que pocos barrios carecen de un lugar donde disfrutar por menos de mil yenes de un plato completo que cada uno puede diseñar al gusto.
Para los neófitos, una de las mayores dificultades del ramen es cómo comerlo, ya que para los conocidos "salaryman" -oficinistas japoneses sin tiempo que perder- la tradición es sorber los fideos para recoger lo mejor del caldo y acabar lo antes posible.
A finales del siglo XIX, con la modernización del país, este platillo se convirtió en el alimento preferido de los trabajadores, quienes hacían un alto en sus labores para comer los tallarines mojados en sopa.
Al igual que entonces, en la actualidad pequeños restaurantes y puestos callejeros o "yatai" sirven su propia especialidad de ramen, desde los callejones de Sapporo hasta las avenidas repletas de gente y ruido de Fukuoka.
Vale la pena preguntarse cuál es el secreto de su éxito. Hay quienes dicen que éste radica en su rápida presentación en la mesa, su gran aporte energético y la sensación reconfortante que aportan los acompañamientos que se hunden en su sopa: huevo cocido, bambú, ajonjolí o carne cocida.
La sopa, el caldo en el que se sumergen los tallarines, es la clave del éxito de un ramen y en su preparación confluyen tiempo e ingredientes secretos que convierten un simple restaurante de barrio en un lugar de peregrinación.
En Japón, el ramen, palabra originaria del chino, ha evolucionado con los años desde que fue degustado por primera vez, según cuenta la leyenda, en el siglo XVII por el shogun (señor feudal) Mito Komon. El plato se popularizó en los duros años posteriores a la II Guerra Mundial (1939-45), aunque su revolución llegó en 1958 de la mano de Momofuku Ando, quien inventó el ramen instantáneo. Hoy un ramen puede ser disfrutado en cualquier momento, ya que las tiendas de 24 horas están repletas de estos cuencos instantáneos.
El hallazgo de Ando le llevó a fundar Nissin Foods, un imperio empresarial que ha llevado el ramen instantáneo a todos los rincones del mundo y que genera anualmente unos 200.000 millones de yenes tan solo en Japón y Estados Unidos.
La pasión de los japoneses por sus sopas de fideos es tal que existen varios museos dedicados al ramen, entre los que destaca el de Yokohama, donde se recuerda con nostalgia el Japón de posguerra y se hace un completo recorrido por la cocina popular.
Ese lugar es un ejemplo de lo mucho que ha calado el ramen en la vida de los japoneses, que consideran este plato proletario el combustible de su milagro económico.
Fuente: El Universal.
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